Educación

INTRODUCCIÓN

El acoso, la agresión y el abuso sexuales siguen siendo experiencias frecuentes de los y las estudiantes en todos los niveles de educación, y aunque los y las estudiantes de todos los géneros, razas, capacidades, castas y orígenes pueden experimentar y de hecho experimentan hechos de violencia sexual, las mujeres y las niñas, los y las estudiantes negros, de pueblos originarios y otros y otras estudiantes de color, los y las estudiantes LGBTQIA+, los y las estudiantes con discapacidades, los y las estudiantes inmigrantes y otros estudiantes con identidades marginadas se ven particularmente perjudicados. Por ejemplo, si una niña negra que ha sufrido una agresión sexual presenta una denuncia, es más probable que no le crean y que la culpen y la castiguen por ello, en parte debido a los estereotipos racistas y sexistas que hacen que las figuras de autoridad perciban a las niñas negras como más adultas, más sexualizadas, menos inocentes y menos merecedoras de protección que sus pares blancas.

Cuando ocurre un hecho de acoso sexual y de violencia, las respuestas institucionales con frecuencia son perjudiciales para las personas sobrevivientes. Las escuelas actúan conforme con modelos policiales y de la justicia penal, que no se centran en las necesidades de las personas sobrevivientes. También se centran en proteger la institución, priorizan las necesidades de los agresores sobre las necesidades de las personas sobrevivientes y con demasiada frecuencia castigan a las personas sobrevivientes que denuncian, especialmente si no se ajustan a los estereotipos de víctimas “ideales”. Esta situación ha dado como resultado lo que se llama el “conducto del abuso sexual a la prisión” para las niñas. Cambiar la cultura sobre la violencia sexual en las escuelas también requiere cambiar el enfoque de disciplina de las escuelas. Hacerlo incluye erradicar las respuestas que se centren en el castigo y la exclusión que daña a las personas sobrevivientes, quienes con frecuencia son víctimas de medidas disciplinarias cuando presentan una denuncia o cuando tienen un mal comportamiento como resultado de un trauma no tratado.

Como lugares de enseñanza y aprendizaje, las escuelas tienen el poder de cambiar considerablemente nuestra cultura ayudando a los y las estudiantes a que reconozcan el daño de la violencia sexual y a que terminen con las narrativas que la perpetúan. Todas y todos los y las estudiantes deben poder aprender con seguridad y dignidad, y las escuelas tienen la oportunidad de crear comunidades donde los y las estudiantes puedan obtener una educación libre de violencia, un lugar donde puedan sentirse seguros y adquirir conocimientos, aptitudes y herramientas de calidad para prosperar. Los y las estudiantes que sufren violencia sexual y otras formas de acoso sexual merecen respuestas de las instituciones educativas que tengan por eje la solución y reparación de los daños que han experimentado.

PROPONEMOS

  1. Derogación inmediata de las perjudiciales reglamentaciones del Título IX del Departamento de Educación de DeVos, que han socavado las respuestas de las escuelas a la agresión sexual y otras formas de acoso sexual, y el restablecimiento de las sólidas protecciones del Título IX para todos los y las jóvenes en las escuelas, incluidos los y las jóvenes LGBTQIA+ y les jóvenes que no se ajustan a las normas de género tradicionales.
  2. Educación de salud sexual universal integral, adecuada a la edad y el desarrollo, médicamente precisa, con perspectiva cultural y lingüística, de afirmación LGBTQIA y con perspectiva de trauma en la que se trate el abuso sexual infantil, el consentimiento, la salud reproductiva, las relaciones saludables, el acoso sexual y la violencia en una relación y se den recursos y capacitación para que los padres y las madres y los educadores reconozcan los signos de abuso sexual y respondan a ellos y para que hablen con la gente joven de su entorno sobre el daño sexual.
  3. Enfoques de justicia reparadora en las escuelas que se centren en las personas sobrevivientes, que tengan perspectiva de trauma y que permitan un cambio respecto de los enfoques punitivos de la disciplina escolar.
  4. Retiro de la policía de las escuelas e inversión en consultoría, apoyo de salud mental, apoyo comunitario y aprendizaje social/emocional.
  5. Apoyo y recursos confidenciales para los y las estudiantes que experimentan violencia sexual e inversión escolar en alianzas con agencias externas de la comunidad para prestar dicho apoyo.
  6. Transformación de la cultura escolar para romper con los estereotipos y las dinámicas de poder que perpetúan la cultura de la violación (entre figuras de autoridad y estudiantes, pero también los relativos a diferencias de poder derivadas de la raza, el género, la clase, la orientación sexual, la identidad de género, la discapacidad, entre otras cuestiones) para que las escuelas se puedan enfocar en la prevención, la intervención de los espectadores y la creación de entornos donde los y las estudiantes de todas las identidades puedan desarrollarse. La transformación incluye la eliminación de los códigos de vestimenta y otras prácticas que controlan los cuerpos de los y las estudiantes (especialmente los cuerpos de las niñas, los y las estudiantes que no se ajustan a las normas de género tradicionales y los y las estudiantes de color) y reflejan estereotipos racistas y sexistas, el uso de encuestas sobre el clima escolar para dar a los y las estudiantes la posibilidad de expresar sus opiniones de manera confidencial y el compromiso de la escuela con la solución de los problemas que revelen estas encuestas.

POLÍTICAS QUE NOS AYUDAN A AVANZAR

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